Conversando con un amigo de trabajo surgieron estos interrogantes: ¿Cuál es
el promedio de años de vida de un ser humano?, ¿Cuántos tiempos dedicamos a
estudiar?, ¿Qué tiempo dedicamos al trabajo?, ¿Cuánto tiempo le dedicamos al
descanso, a la recreación o la diversión? ¿Cuánto tiempo dedicamos a la
familia, a los hijos y nuestra pareja?,
¿Qué tiempo dedicamos a nosotros mismo? Y
por último, ¿Somos felices? Es cierto que el ser humano envejece tan
pronto, vive una vida tan corta y
efímera, pero lo paradójico es, tanto
tiempo que dura para aprender lo más importante de la vida, aprender a
vivir.
Si el promedio de vida de una persona es aproximadamente de 65 a 75 años, aparentemente vivimos muy
poco. De esta cantidad, a partir de los 5 años dedicamos 25 a estudiar: primaria, secundaria,
universitaria, post-grado, maestría y doctorado. Luego, 30 años de servicio
laboral, con todo esto suman 55. ¿Cuantas cosas dejamos de hacer en la niñez y
la adolescencia porque hay que estudiar?, cuantas cosas dejamos de hacer en la
juventud porque hay que terminar la carrera? Cuanto tiempo dejamos de
compartir, divertirnos, porque hay que aprovechar el tiempo, el mismo, no se
puede perder en pasatiempo porque hay que trabajar?, ¿Cuantas veces nos han
dicho estudia y trabaja si quiere ser alguien en la vida?
A partir de los 55 años de edad aproximadamente ya hemos conquistado
estudio y trabajo, es decir, en cierta
forma, hemos alcanzado unas metas en la vida. Después, solo nos quedan 20 años
para hacer todas las cosas que no pudimos hacer. Eso es en el mejor de los casos. En el
peor de los casos, nos puede sorprender una enfermedad y todo lo que hemos
ahorrado y la jubilación se van en compras de medicinas. En otros casos más
dolorosos si la enfermedad es terminal no basta lo que hemos acumulado, tenemos
que buscar asistencia de los familiares, hijos y amigos para costear la
enfermedad. Al final de la vida todo se resume en una ecuación matemática de
más y menos.
Aprendemos a estudiar y trabajar más y a vivir menos.
Aprendemos a tener más y ser menos persona.
Aprendemos a ser más cultos y menos sencillos.
Aprendemos a ser más competitivos y menos solidarios.
Aprendemos a tener más conocimientos pero hacer menos humano.
Aprendemos a odiar más y amar menos.
Aprendemos a sufrir más y ser menos felices.
Aprendemos más sobre la gloria y el infierno y menos sobre el sentido y el
valor de la viva.
Aprendemos a ser más superficiales y menos íntegros.
Aprendemos a ser más flexible y a tener menos carácter
En definitiva el más y el menos marcan la diferencia de lo que será de
nosotros al final de la vida.