viernes, 20 de febrero de 2009

PERSPECTIVAS ETICAS DE LA POLÍTICA


Es indudable que la República Dominicana tiene que proponerse un nuevo modelo de política, fundamentado en los valores éticos. Pero un modelo de ética política no se logra de la noche a la mañana, con lo cual queremos establecer que para ese propósito debemos tener unas metas muy claras sobre el tipo se Ser Humano y de Sociedad que aspiramos formar, en este orden, es muy atinado el libro “Alicia en el país de las maravillas”. Allí hay un politólogo, el hermano gato, quien dice: “El que no sabe para dónde va corre el riesgo de llegar a cualquier parte”.

Un modelo de sociedad que quiera ser plenamente ético necesita saber hacia donde se encamina, rumbos, metas e ideales. ¿Qué queremos hacer con el Ser humano? ¿Que tipo de persona queremos formar? ¿A que tipo de Sociedad aspiramos? Si no tenemos un concepto claro del Ser Humano y de la Sociedad que queremos educar no es posible construir un modelo político ético, ya que las estructuras están formadas por las personas y descansan en la sociedad, los modelos reducidos sin ninguna dimensión que lo supere, vamos a tener nosotros el gravísimo problema de tener que administrar tan sólo las circunstancias, pero sin transformarla.

Es necesario comprometerse políticamente y saber que cada uno de nosotros tiene una responsabilidad política, un imperativo ético, primero con el modelo de Ser Humano a alcanzar y, segundo, con el modelo de Sociedad a lograr y, tercero, con la necesidad y el ansia de Poder.

Por eso, es necesario que quien se comprometa con la transformación del Ser Humano y de la Sociedad, se comprometa también a tomar elementos de Poder. No se puede tener una presencia social eficaz lejos de los mecanismos de Poder. Algunos dirán que el Poder corrompe y que demasiado Poder corrompe en exceso. Sin embargo, el Poder es un instrumento de servicio que hace responsable a la persona que lo usa. Es necesario distinguir entre dos dimensiones de Poder. La primera es la que hace que la gente lo busque para servirse de él. La segunda, la dimensión ética del Poder que consiste en la búsqueda del poder para servir.

Todos estamos articulados en el Poder: lo padecemos o lo tenemos, o ambas cosas a la vez. Todos tenemos un poco de Poder y he aquí el principio ético de la política: sólo el Poder controla al Poder. Por eso, en un sistema democrático existe diversidad de Poderes independientes, articulados de manera que uno controle al otro sin que ninguno mande sobre los otros.

Uno de los más graves problemas, es que no hemos cumplido con la acción ética de la política de ayudar a organizar la sociedad, de manera que pueda sustituir gran parte de las funciones que nosotros ejercemos egocéntricamente como políticos. Nos referimos al Poder de la educación, al poder de una sociedad organizada de manera que sea posible la participación, el dialogo y el consenso, en medio de la diversidad política manteniendo el respecto, la consideración y el buen trato humano. En este sentido, la mejor campaña política que puede hacer un candidato es expresar valores éticos en sus mensajes y accionar y no contribuir a una cultura de agresión, violencia e inmoralidad, porque el pueblo que se esta formando políticamente capta muy bien el mensaje y se puede convertir en una espada de jaraquí a quien lo transmite.

La tarea del político es crear un liderazgo de participación, de dialogo, respecto y consenso en la comunidad, de tal manera, que sea admirado por su capacidad de gerencial democráticamente un país.

La ética de la política no está en las palabras, sino en la conducta personal, privada y pública de quien sustenta y respalda esas palabras. Todo político, dirigente, animador de procesos, orientador de causas, tiene que ser medido no sólo por lo que dice, sino por la coherencia de su vida personal y pública, el respaldo del discurso social o del discurso político.

La ética en la política, entonces, requiere un modelo de sociedad, un modelo de ser humano, búsqueda del poder, posesionamiento ético del liderazgo y del respaldo que se le dé a todo eso con la vida privada. Exige igualmente transformar o reformar el Estado.

Nuestras sociedades y nosotros mismos venimos de un modelo de democracia representativa que nos ha permitido apoltronarnos a mirar qué hacen nuestros representantes en todas las instancias de la comunidad organizada. Es esa democracia de representación la que ha hecho posible la cultura de la delegación: yo lo nombro a usted y así me excuso de participar. Pero es indispensable, si queremos sustituir la democracia de representación por una democracia de participación, contar con comunidades organizadas.


Otra dimensión que hay que atender es la reducción del Estado. Así debe surgir un Estado más pequeño, pero fuerte. Esto quiere decir que debemos ir despojando al Estado de las innumerables funciones que lo caracterizan y que lo hacen inoperante para gobernar. Pero para que un Estado pequeño sea fuerte ha de contar con una comunidad organizada. Es ahí donde hemos fallado, pues hemos reducido el Estado sin organizar la comunidad. Esta falla ha traído como consecuencia la opción por las privatizaciones: hemos ido entregando los monopolios del Estado a personas monopolistas privadas, en vez de, por ejemplo, cooperativizar los bienes.
Decía Vaclav Havel: “La única posición ética de la política hoy día, en términos de organización, es que el Estado reduzca su tamaño y le sea restituida a la comunidad la gerencia de su propio destino”. Esta es una dimensión ética urgente de nuestra política.

A la democracia de representación le corresponde un Estado de Derecho, una Economía de Mercado(al mercado, a la competencia no hay que tenerle miedo; a lo que hay que tenerle miedo es a la “incompetencia”) y un modelo de desarrollo. La democracia de participación requiere de un mobiliario distinto, es decir: un Estado social de Derecho, esto es, un Estado al servicio de la comunidad, una economía social de mercado, es decir, una economía marcada con la impronta del bien común y no sólo de la libre competencia y, por último, un modelo social de desarrollo, cuya obligación ética sea la superación de la pobreza.

La República Dominicana es un barco en cuyo extremo se lee la palabra VERSIÓN. Nos explicamos:
La década de los 60 fue una época de bonanza. El “boom” petrolero propició un ambiente favorable para la circulación del dinero. Los capitales anduvieron de lado a lado buscando quién los recibiera en calidad de préstamo y, lógicamente, llegaron al país. Vivir de prestado es sabrosísimo. Lo único que no calculamos es que algún día tendríamos que pagar ese dinero.

Comenzamos a comprar, simple y llanamente, instrumentos inútiles de consumo y empezamos a recargar el barco, hasta hacer que bajara la “línea de flotación”. En otras palabras, nos fuimos dedicando a la DI-VERSIÓN, y no nos conformamos con eso. A pesar de tener el barco sobrecargado seguimos considerando que era más importante todo lo inútil que habíamos comprado que los mismos seres humanos que había allí dentro. Pasamos de la DI -VERSIÓN a la PER-VERSIÓN.

En el momento en que la decisión se hacía impostergable, en vez de botar cosas inútiles por la borda, preferimos deshacernos de la gente. Caímos así en la AD-VERSIÓN. Advertir es sacar al prójimo y lanzarlo por la borda. Y después nos extrañamos al descubrir que toda la gente que habíamos tirado por la borda comenzaba a subir por el otro lado del barco iniciando los procesos escalonados de la SUB-VERSIÓN. Subversivo no es sólo el problema del disparo, lo es también el de la inutilidad social.

La única salida que tenemos hoy día, es la de dedicarnos a la CON-VERSIÓN. Tenemos que convertirnos a los principios, valores e ideales de nuestra nación, y uno solamente se convierte de dos maneras, en política: rescatando la idea real de la visión de ser humano y rescatando el modelo de sociedad, es decir, la carta de navegación que debe fijar la ruta por la que nuestro barco ha de navegar. La única dimensión real de la ética política es la reconciliación, lo cual nos va a permitir hacer de la política un instrumento real del bien común.

Para terminar, quiero exhortarles que el futuro político esta en nuestras manos permítanme, concluir con una anécdota:
Dos niños quisieron conocer un día al hombre más sabio del mundo. Sabían que vivía en los montes allá. Y los dos niños se pusieron en camino para conocer al hombre más sabio del mundo.
Y mientras iban subiendo la montaña, uno le pregunta al otro: “¿Cómo vamos a probar si ese hombre es realmente el más sabio del mundo?”. Entonces el otro le dijo: “Vamos a ponerle una prueba”. En ese momento, un pajarito cae de su nido al suelo. ¡Ya lo tengo!, mira, vamos a preguntarle a ese hombre que dice ser el más sabio del mundo qué tenemos entre las manos. Si nos contesta que es un pajarito, vamos a tener que reconocer que realmente es el hombre más sabio del mundo, porque tiene la capacidad de la adivinación.

Felices, se miraron el uno al otro y continuaron ascendiendo la montaña. Ya lo tenían a la vista cuando el otro le dice:
“Yo tengo una segunda pregunta por si acierta a la primera; le vamos a preguntar si el pajarito está vivo o muerto. Si nos dice que está muerto, abrimos las manos y el pajarito saldrá volando. Pero si nos dice que está vivo, apretamos y le mostramos que está muerto”. Dicho y hecho.
Llegaron allí donde el hombre más sabio del mundo. Primera pregunta: “Hombre más sabio del mundo, ¿qué tenemos en la mano?”. El hombre cerró los ojos, pensó y sudó hasta más no poder pensando… y les dio la respuesta: “Es una avecita”.
Los dos niños se miraron con toda la picardía y la malicia del caso, porque sabían que venía la pregunta más difícil: “¿Está vivo o muerto?”, preguntaron. Transcurrieron unos largos minutos hasta que el hombre más sabio del mundo atinó a decirles: “ESO ESTÁ EN SUS MANOS”.

Creo que frente a la ética política de la República Dominicana y sus desafíos sobre el tipo de Ser Humano y de Sociedad Dominicana que queremos formar, todo está en nuestras manos.