martes, 9 de febrero de 2016

En la vida hay que aprender a retirarse a tiempo

Este fin de semana pasé a saludar a un amigo del que tenía muchos años sin saber. Me encontré con la lamentable  noticia de que estaba enfermo. Comenzamos a conversar y él me decía que con los años uno aprende tantas cosas pero menos lo fundamental. Le pregunté porque me decía eso,  y el contesto: fíjate Camilo uno se pasa la mayor parte de su vida trabajando y nos convertimos en máquinas y dejamos de pensar y vivir.

La cultura del trabajo nos convierte en seres trabajólico, es un término, para expresar como nos apegamos al trabajo hasta hacer  una adicción o una enfermedad.

Esta realidad no es nada nueva, pero me impactó y me llevó a reflexionar que en verdad se requiere de mucha sabiduría para aprender en la vida a retirarse a tiempo.No hay que esperar tener una enfermedad o un accidente. A veces, son las circunstancias desastrosas de la vida la que nos hacen retirarnos y no nosotros mismo. 

Al parecer no nos han educados para disfrutar de los otros encantos de la existencia fuera del trabajo y la producción. Nos han inculcado que para ser útil y feliz hay que vivir trabajando y morir trabajando, como si fuera la única forma de vivir.

Esto es tan evidente,  que le pregunte a un colega de trabajo, porqué a su edad sigue trabajando tanto y no se jubila para disfrutar de otros encantos de la vida. Y la respuesta fue tan amarga que me destrozó el alma. Camilo, ésta es mi única forma de vivir.

Creo que hay que hacer un alto en el camino para detenernos a pensar que hay que desarrollar otra forma de  vivir y darle más sentido a la existencia.

Hemos perdido el sentido de venir a este mundo, no vinimos a esta vida sólo a trabajar, el trabajo es un medio para servir y acomodar la existencia pero el fin último, es la felicidad, como diría el filósofo Estagirita, Aristóteles, en su ética de las virtudes. Por eso, hay que aprender a retirarse a tiempo para disfrutar  de la sonrisa de un niño, de las arrugas feliz de una anciana, de la juventud traviesa que lo quiere experimentar todo. 

Tiempo para revolcarse con la amada en la grama y recodar los besos sorprendidos y las caricias prohibidas. Son tantas de las cosas que podemos disfrutar y llegar al final de la vida con la sonrisa de satisfacción de haber vivido.

¿Por qué tenemos que llegar a la etapa senil de la vida o a tener una enfermedad o un  accidente para retirarnos?

Al final de la vida creo que no nos preguntarán que tantas horas de trabajos dedique o que tan productivo fui. Sino que tan feliz fui.

Características de un buen líder


“La verdadera generosidad para con el futuro consiste en entregarlo todo al presente” Albert Camus.

En una conversación informal con algunos compañeros de trabajo salió a colación el tema sobre el liderazgo y una voz como de ultra tumba hizo una pregunta: ¿si tuviera que partir ahora mismo de este mundo, cómo te gustaría ser recordado? Esta pregunta me golpeo existencialmente. Me llevo a reflexionar en torno a tres conceptos fundamentales que conducen a un buen liderazgo: recibir, compartir y entregar.

Siempre he dicho que una de las características esenciales de un buen líder, consiste en recibir con humildad y sencillez la antorcha. Para luego, tener la capacidad de compartirla con los demás, haciendo caminos para que otros puedan continuar, es decir, la luz del líder  tiene que ser tan intensa que  debe iluminar el camino que otros han de transitar.

Pero el paso más trascendental y sublime del buen líder está en tener la gran sabiduría de entregar la antorcha en el momento que le toca. Esto es un acto de bondad y sabiduría. Como diría Sócrates el hombre bueno es a la vez sabio. En tal sentido, se requiere de mucha generosidad como dice Albert Camus para entregar la antorcha a la generación presente.

Lamentablemente se registran casos en la historia de la humanidad de algunos líderes que han preferidos morir con la antorcha, en vez de compartirla y entregarla. Se inmortalizan con un acto de egoísmo existencial.

No acabamos de entender  cual es nuestro papel  en este mundo. Algunas personas son recordadas por sus aportes intelectuales, otros, por su gran capacidad de hacer el mal. Sin embargo, hay un gran número de seres humanos que son recordados por su capacidad de servir.

En tal sentido, si el líder tiene la capacidad de recibir, compartir y entregar la antorcha, entonces estará acto para servir y quien sirve cosecha.

La vida es un relevo pero no todos la entendemos así, ni todos estamos preparados para ése relevo.

Estoy seguro que la sociedad dominicana avanzaría mucho si nuestros líderes y servidores públicos aprendieran a delegar y entregar la antorcha en el momento oportuno.


miércoles, 3 de febrero de 2016

Si pudiera patentizar mi propia marca sería más original y más feliz


Imagínate que te levanta un día y te pregunta: ¿Por qué tengo que usar la vestimenta de Oscar de la Renta?, ¿Por qué tengo que usar el perfume de Carolina Herrera?, ¿Por qué tengo que usar el calzado Rufino? Y ¿Por qué tengo que usar la gafa Ray-ban? Son muchos los porqués que pueden aparentar tontos con los cuales se pueden obtener muchas respuestas que pueden ser sabias.

Por eso, creo que si pudiera patentizar mi propia marca sería más original y más feliz. Por ejemplo, si pudiera ponerle el sello a mi propia vestimenta estaría más tranquilo y menos angustiados. No tendría que pensar en la moda, en el consumismo, de gastar lo que no se tiene ni de lo que se puede, tendría menos deudas y por ende, trabajaría menos y tendría más tiempo para compartir y hacer feliz a mis seres queridos. Si el objetivo de las vestimentas es cuidar, cubrir, proteger y acomodar el cuerpo, porque complicarnos tantos la vida.

Si le pusiera mi sello al perfume que uso gastaría menos y sería más original, porque usaría lo que se acomoda a la natura de mi cuerpo y  mi propio olfato. Cuántas personas se complican la salud usando perfumes caros por marcas que le originan alergia y no se acomodan a su natura. No es la fragancia lo que se busca sino el artista que lo usa.

Si le pusiera mi sello a la gafa o lente que uso, gastaría menos y sería más útil. Algunos seres humanos prefieren comprar monturas de gafas y lentes sumamente costosos, pero si el objetivo es poder ver mejor y proteger la vista. Es decir, que no importa pagar más por  la forma que por la esencia.

Si le pusiera mi sello al reloj que uso no me endeudaría comprando marca bulova porque mi marca me daría la misma hora.

Si le pusiera mi sello al calzado que uso estaría feliz porque no tendría que buscar marcas caras para exhibirlo.

Si le pusiera mi sello al conocimiento que tengo no tendría que hacer uso de tantos pensadores  para aparentar saber, sería más original, más humildes y más sencillo con lo que sé y puedo enseñar.

Si le pusiera mi sello a los principios y valores que tengo no tendría que tener doble moral, ni usar los valores como un traje que me pongo según la circunstancia. Sería más original, más auténtico, sería más yo.

Cuantas cosas cambiaría en la vida si le pusiera mi sello original. Adelante.

lunes, 1 de febrero de 2016

NADA NOS PERTENECE EN ESTE MUNDO. Y SI ALGO NOS PERTENECE ES SOLO EL ALMA



Conforme nacemos y crecemos creemos que pertenecemos a unos padres, pero ellos solo vienen acompañarnos en la vida. Nadie es propiedad de nadie. La existencia es un acto de bondad que se da con amor y gratuidad. Todos formamos partes del árbol de la vida.
Cuando comenzamos a crecer nos infunden en nuestro cerebro que pertenecemos a una familia, a un apellido o a un linaje, pero la única familia de la cual formamos parte como una unidad sistémica es la humanidad. El sentido de propiedad privada o individualidad es lo que ha dividido la esencia del ser humano. Si tuviera que definir al ser humano diría que es humanidad.

 Pasamos gran parte de nuestra vida formándonos en una escuela y  en una universidad, nos instruyen de tal forma que nos hacen pensar que pertenecemos a ese centro escolar o a esa universidad. Nos damos cuenta que todo es convencional. Nos quieren dar entender que tenemos que pertenecer a algo o alguien para Ser. Le preguntamos a una madre en qué escuela o universidad estudió su hijo, y ella llena de orgullo responde en Harvard.

Cuando comenzamos a trabajar en una institución para ser más productivo nos inculcan el sentido de pertenencia a la misma. La verdad es que se quiere vender que para ser digno de un apellido, una familia, una universidad o un trabajo se tiene que pertenecer a los mismos.

 Si entendiéramos que nada nos pertenece en este mundo. Ni los padres, ni los amigos, ni la escuela, ni el trabajo e incluso ni nuestro propio cuerpo. Todo esto lo dejamos en algún momento que tenemos que partir. Somos aves de pasos. Seres que vienen a vivir una experiencia humana, prestado en un cuerpo humano.

Por eso me atrevo afirmar que lo único que es nuestro, propio, que permanece, que no perece y que nos pertenece es el alma. Cómo es posible que un ser tan maravilloso lo deje todo en un cuerpo perecedero y corruptible. Pero lo más paradójico es que dedicamos la mayor parte de nuestra vida a lo que no nos pertenece.  Y cuando nos damos cuentas de qué es lo único que nos pertenece, entonces, ya no hay tiempo. En tal sentido, retumba la frase de Sócrates: “Conócete a ti mismo”. La mayor sabiduría del Ser Humano está en el conocimiento de sí mismo, en reconocer que somos seres espirituales que vinimos a aprender en un cuerpo humano.